viernes, 31 de diciembre de 2010

`El Discurso del Rey´, cine de actores



Lionel: “Las pausas largas sirven para dar solemnidad al discurso.”
Jorge VI: “Entonces debo de ser el rey más solemne de la historia...”
Por regla general en el cine el director es el que manda, o al menos así debería de ser. Claro que se sabe que en muchas producciones el director no tiene el control total de la película y tiene que responder a las exigencias de los productores (vamos que tienen jefes, como todos), pero al final es a él al que se le atribuye la autoría del film en cuestión. Sin embargo este es un arte complejo, y existen casos en los que el oficio de director queda relegado a un segundo plano sin que por ello la película se vea perjudicada. Hablo de casos en lo que lo más destacable de una película no es la película en sí, sino su guión, la banda sonora o (como es el caso) las actuaciones.
Por supuesto que uno podría pensar que esto es un timo, y que sencillamente se esconde la mediocridad de la película debajo de un extraordinario trabajo musical o unos actores de renombre. Pero no estoy hablando yo de eso, que me parece tan criticable como a cualquiera. Estoy hablando de que esos elementos (que en principio deberían de estar al servicio del relato) se convierten en los verdaderos protagonistas de la narración. En `Conan, el bárbaro´ (John Milius, 1982) la poderosa música de Basil Poledouris era la auténtica conductora de la historia, en `Pulp Fiction´ (Quentin Tarantino, 1994) lo que verdaderamente enganchan son los ingeniosos diálogos. `El Discurso del Rey´ es cine de actores, en el que lo que realmente importa (por encima de todo lo demás) son las estelares interpretaciones de Colin Firth y Geoffrey Rush.


Detrás de todo gran hombre está Geoffrey Rush
La historia que reune a estos dos estupendos actores es algo tan anecdótica y simple que podría haber servido perfectamente para ser el punto de partida de un aburrido telefilm de sobremesa. Se trata de un hecho verídico (que suele ser algo a lo que se recurre muy a menudo, pero que no siempre da buenos resultados), centrándose en la historia del rey Jorge VI (Colin Firth) de Reino Unido, quien se vio obligado a reinar tras la abdicación de su hermano Eduardo VIII. Pero su tartamudez, en una época en la que los discursos radiofónicos son de vital importancia, le hace buscar la ayuda de un terapeuta de trastornos del habla (Geoffrey Rush) cuyos métodos “poco ortodoxos” son los únicos que parecen dar resultados.
Por supuesto, el punto de partida en sí no es más que una excusa para contar una historia de amistad entre estos dos hombres, cuya relación es en todo momento la protagonista, como apartada de todos los sucesos históricos y vitales que les rodean. Claro que `El Discurso del Rey´ puede considerarse un film histórico, en el sentido de que recrea unos hechos que acontecieron en la época del inicio de la Segunda Guerra Mundial con absoluta fidelidad (en ese sentido se desmarca de cosas como `Bruc: el desafío´, estrenada el mismo fin de semana). Pero la película de Tom Hooper (director de la interesante `The Dammed United´) no parece especialmente interesada por esos hechos, sino en los personajes del especialista Lionel Logue y en el de Albert Frederick (más conocido como Jorge VI). En sus vidas, sus frustraciones, sus anhelos, y de cómo ambos crecen como personas gracias a su relación.


Colin Firth, que es un profesional como la copa de un pino capaz de hacer aguantable el visionado de películas tan poco interesantes como `Dorian Gray´ (Oliver Parker, 2009), `La Última Legión´ (Doug Lefler, 2007) o `El Diario de Bridges Jones´ (Sharon Maguire, 2001), está más que correcto interpretando al tartamudo e inseguro Albert, un hombre achicado por las personalidades (aparentemente mucho más firmes) de su hermano (Guy Pearce) y su padre (Michael Gambon). El año pasado se le escapó el Oscar por `Un Hombre Soltero´ (Tom Ford, 2009), muchos creen que injustamente. Es más que probable que este año la academia se lo otorgue, y no sería yo el que me quejara, pues el hombre realiza una estupenda actuación.
Pero si bien Firth me ha gustado es la actuación de Geoffrey Rush la que me ha dejado entusiasmado hasta más no poder. Y es que este hombre, por cuyas venas corre todo lo que debería de tener alguien que se precie en llamarse actor, convierte en fascinante la figura de un sencillo hombre de a pie, pero lleno de fuerza y firmeza como lo es su Lionel (un nombre muy honorable que le va como anillo al dedo). Él es el único que parece ver que bajo la piel del tartamudo Albert se esconde un espíritu de león: que es alguien que está llamado a ser rey. Por eso se pone como reto no sólo curarle de su tartamudez, sino darle el apoyo y el arrojo que necesita para llegar a lo más alto.

Aún más interesante se vuelve su personaje cuando se desvela en el tercer acto que ni siquiera tiene el título de medicina, lo cual despierta la indignación por parte de Albert. Porque lo cierto es que Lionel es capaz de dar la mejor medicina para alguien tan inseguro y proveniente de un mundo tan estricto como del que viene este príncipe: saber comprender, escuchar, dar apoyo, e incluso amistad; pero también decir las verdades a la cara, aunque no sean agradables. Algo en apariencia muy básico pero también muy difícil de encontrar. De ahí los roces que se dan en un principio entre los dos personajes, tan opuestos el uno al otro, pero que sin embargo convergirán en una amistad resistente al paso del tiempo.  
Consciente de la potencia del trabajo de estos dos hombres, lo que Tom Hooper hace es apuntarles bien con la cámara y dejar que ellos ejecuten su magia. Que nadie me malinterprete: `El Discurso del Rey´ está correctamente filmada, pero sin imaginación ni ambición visual. Más bien con un estilo contenido y recatado, que recuerda más al teatro que al cine. A eso es a lo que me refiero cuando digo que es un film en el que la labor del director casi ni se nota, siendo su única función el que la película resulte agradable de ver. Y lo cierto es que lo consigue, en parte gracias a unos más que correctos secundarios (como Helena Bonham Carter y Timothy Spall) y a la bella partitura del siempre eficiente Alexandre Desplat.

Dicho esto, tampoco creo que `El Discurso del Rey´ sea la gran película que se ha estado vendiendo en los últimos meses (cara a hacer carrera en los Globos de Oro y posteriormente en los Oscar), más bien porque no tiene identidad de gran cine, sino de historia pequeña, y lo cierto es que si le quitamos a sus dos magníficos actores, el filme de Hooper no sólo se queda cojo, sino desprovisto de alma. Y es que algo le falta a esta película. Quizá algo más de fuerza o de ambición, igual sólo le sobra algo de moderación y buenas intenciones. No lo sé, pero tampoco importa demasiado. Porque Firth y Rush están estupendos y ellos son las estrellas de la función. A mí con eso me basta.

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